POR QUÉ EL 31 DE DICIEMBRE SE CELEBRA EL
“FIN DE AÑO”
El 31 de diciembre levantaremos una copa y
brindaremos con nuestros seres queridos por el comienzo de un nuevo año· Es una
práctica que aprendimos desde nuestro nacimiento y que practicamos
sistemáticamente.
Pero alguna vez nos preguntamos ¿por qué el
año tiene 365 días? Aquí va la respuesta:
La reforma gregoriana nace de la necesidad de llevar a la práctica uno de los acuerdos del concilio de Trento: el de ajustar el calendario para eliminar el desfase producido desde un concilio anterior, el de Nicea de 325 , en el que se había fijado el momento astral en que debía celebrarse la Pascua y, en relación con ésta, las demás fiestas religiosas móviles. Lo que importaba, pues, era la regularidad del calendario litúrgico, para lo cual era preciso introducir determinadas correcciones en el civil. En el fondo el problema era adecuar el calendario civil al año trópico.
La reforma gregoriana nace de la necesidad de llevar a la práctica uno de los acuerdos del concilio de Trento: el de ajustar el calendario para eliminar el desfase producido desde un concilio anterior, el de Nicea de 325 , en el que se había fijado el momento astral en que debía celebrarse la Pascua y, en relación con ésta, las demás fiestas religiosas móviles. Lo que importaba, pues, era la regularidad del calendario litúrgico, para lo cual era preciso introducir determinadas correcciones en el civil. En el fondo el problema era adecuar el calendario civil al año trópico.
En el concilio de Nicea se determinó que se
conmemorase la Pascua el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio
de primavera (en el hemisferio norte; equinoccio de otoño en el hemisferio
sur). Aquel año 325 el equinoccio había ocurrido el día 21 de marzo, pero con
el paso del tiempo la fecha del evento se había ido adelantando hasta el punto
de que en 1582, el desfase era ya de 10 días, y el equinoccio se fechó en 11 de
marzo.
El desfase provenía de un inexacto cómputo
del número de días con que cuenta el año trópico; según el calendario juliano
que instituyó un año bisiesto cada cuatro, consideraba que el año trópico
estaba constituido por 365,25 días, mientras que la cifra correcta es de
365,242189, o lo que es lo mismo, 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16
segundos. Esos más de 11 minutos contados adicionalmente a cada año habían
supuesto en los 1257 años que mediaban entre 325 y 1582 un error acumulado de
aproximadamente 10 días. El calendario gregoriano atrasa cerca de 1/2 minuto
cada año (aprox. 26 s c/año), lo que significa que se requiere el ajuste de un
día cada 3300 años. Esta diferencia procede de hecho que la traslación de la
tierra alrededor del sol no coincide con una cantidad exacta de días de
rotación de la tierra alrededor de su eje. Cuando el centro de la tierra ha
recorrido una vuelta completa en torno al sol y ha regresado a exactamente el mismo
punto en que se encontraba "hace un año" se han completado 365 días y
un poco menos de un cuarto de día (0,242189074 para ser más exactos). Para
hacer coincidir el año con un número entero de días se requieren ajustes
periódicos cada cierta cantidad de años. El calendario gregoriano ajusta a
365,2425 días la duración del año, lo que deja una diferencia de 0,000300926
días o 26 segundos al año de error.
Intentar crear una regla para corregir este
error de un día cada 3300 años es complejo. En tan largo tiempo la tierra se
desacelera en su velocidad de rotación (y también se desacelera el movimiento
de traslación). La luna ejerce un efecto de retraso sobre esta velocidad de
giro por la excentricidad creada por las mareas. La disminución de la velocidad
de giro creada por esa excentricidad es similar a la que se produce cuando
hacemos girar un Frisbee poniéndole un poco de arena mojada en un lado del
borde inferior: cuando el platillo se hace girar, su velocidad de giro es mucho
menor a la que tiene cuando no existe tal excentricidad. Este efecto todavía se
encuentra en análisis y medición por parte del mundo científico y
adicionalmente existen otros efectos que complican definir reglas con tal
precisión. Este error es solo de 1 parte por millón. Lo más práctico será que
cuando la diferencia sea significativa, se declare que el próximo año bisiesto
no se celebre. De todas maneras, nos quedan casi dos mil años de análisis y
discusión antes de necesitar este ajuste. Véase año para una descripción un
poco más profunda.
Otro problema distinto es la disminución de
la velocidad de rotación terrestre (y también de la traslación terrestre) lo
cual se puede medir con gran exactitud con un reloj atómico. Es un problema
distinto porque no tiene que ver nada con el cálculo del calendario y, por lo
tanto con los ajustes que se le tengan que hacer al calendario. Más bien es al
contrario: es el reloj atómico el que tiene que ajustarse a los movimientos de
la Tierra. El reloj atómico mide un tiempo uniforme que, por lo tanto, no
existe en la naturaleza, donde todos los movimientos del mundo físico son
uniformemente variados.
La importancia del Calendario Gregoriano
El problema del origen de nuestra Era quedó
resuelto con la creación del Calendario Gregoriano: si en él se afirma que la
Era Cristiana comenzó 1582 años antes de su creación y todos los países
respetan esta idea, toda discusión debería acabar; y los temas de cuando nació
Cristo o lo que estableció Dionisio el Exiguo dejan de tener importancia (al
menos, desde el punto de vista de la medición del tiempo). La cuestión final
era la adopción de dicho calendario y, como hemos visto, todos los países del
mundo lo han venido adoptando a través del tiempo.
Y aquí es donde podemos resaltar el valor de
este instrumento de medición: si todo el mundo está de acuerdo, todas las
discusiones sobre el tema sobran. Podemos viajar a cualquier país y, al comprar
un calendario o almanaque, siempre será el calendario gregoriano del año en
curso. Podrá variar la ubicación del comienzo y fin de semana (domingo o lunes)
o el idioma, pero siempre se tratará del mismo calendario.
Y un instrumento que sólo necesita una
corrección de 1 día cada 3300 años, aproximadamente, es un extraordinario
avance que constituye un magnífico patrimonio de la cultura occidental.
Vale destacar, también, que por motivos de
respeto hacia otras culturas o países que no tienen tanta fe en las creencias
de la Iglesia Católica, y se podría decir que por los efectos que la Modernidad
ha traído consigo, las típicas abreviaturas a.C. (antes de Cristo) y d.C.
(después de Cristo) han sido reemplazadas respectivamente por a.e.m. (antes de
la Era Moderna) y por e.m. (Era Moderna), o también por a.e.a. (antes de la era
actual) y por e.a. (era actual).
Además que se podrían calificar estas
abreviaciones (a.C. - d.C.) como anticuadas y obsoletas dados los errores
cometidos por Dionisio el Exiguo al correr un año el nacimiento de Jesús (marcó
este año como el año 1: Jesús nació con un año de edad, según el Exiguo).
Cuando expresamos algo relacionado con el año 1 d.C. nos estamos refiriendo a
algo ocurrido en el año Cero, año en el que nació Jesús verdaderamente según el
sistema gregoriano. Y lo ocurrido en el año Cero será, por consiguiente, el año
1 a.C. Por lo tanto: estamos un año atrás. Ej: año 2000 a.e.m. es
verdaderamente año 2001 a.e.m.
Algunos autores afirman que el error cometido
por Dionisio "el Exiguo" fue mayor: entre tres y seis años, resultado
de la cuenta usando los períodos de gobierno tanto de gobernantes romanos como
de la región donde nació Jesús, usando fuentes extra-bíblicas que se conocen
hoy. Así, la Biblia Latinoamericana indica que Jesús de Nazaret nació en el año
-3, o sea que contaba con tres años al inicio de nuestra era.
Sin embargo, todo ello no tiene ningún valor
en la práctica: nos regimos por el Calendario Gregoriano, que se acepta en todo
el mundo.
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