Uno de los problemas principales es considerar, quizás sin darse
cuenta, que las discusiones son como una competencia de la que surgirá un
ganador y un perdedor
REFLEXIONES/ROSALINDA WEISZ
Varios amigos se encuentran para cenar. Al comienzo
la conversación es animada y placentera. Pero, de pronto, las voces de dos
personas se hacen más duras, los cuerpos se ponen tensos y el tono de la
conversación cambia. En un instante las voces se han exaltado y los rostros
indican un esfuerzo intenso para que la discusión no lleve a una confrontación
difícil de controlar.
¿Qué ha sucedido? ¿Qué fue lo que transformó una
discusión en una pelea?
Esta situación, tan común en las relaciones
humanas, surge tanto entre amigos como en las parejas, en las relaciones
familiares y en las relaciones de trabajo. Es necesario saber comunicarse y
saber discutir para que la interacción no sea destructiva.
En realidad, resolver conflictos es importante y,
si el resultado es exitoso, las relaciones se enriquecen. Es lamentable que muchas
personas no sepan cómo confrontar opiniones diferentes de una manera razonable
y "decente", sin enojarse.
Uno de los problemas principales es considerar,
quizás sin darse cuenta, que las discusiones son como una competencia de la que
surgirá un ganador y un perdedor.
La dificultad mayor consiste en la "mala
reputación" que ha recibido en nuestra sociedad un sentimiento muy
particular: el estar enojado. Hemos aprendido que no está bien mostrarse
enojado, que indica inmadurez, que queda mal, que es peligroso porque podemos
perder el control. Sin embargo, el enojo es una emoción tan legítima como la
tristeza o el amor.
Debemos recordar que las emociones no son buenas ni
malas, son sólo indicadores de cómo nos sentimos frente a algún aspecto de la
realidad, en esencia, las emociones son una fuente de valiosa información que
no debemos desdeñar.
Lo que le ha dado el mal nombre a algunas emociones
son las conductas que aquellas desencadenan cuando no se es consciente de su
significado.
Quiero decir, no es "malo" estar enojado,
pero sí lo es demostrar mi enojo de una manera automática, no pensada, y darle
un golpe a mi jefe porque algo que me dijo me ha resultado ofensivo o injusto.
Una de las razones por las que el enojo tiene mala
fama es porque frecuentemente expresamos ese sentimiento de un modo totalmente
inadecuado.
Permítame el lector aclarar esto: lo que sucede es
que, básicamente, existen dos tipos de "peleadores" ineptos. Uno de
ellos es la persona agresiva, la que expresa su desacuerdo y su enojo sin
control, de tal manera que intimida y lastima los sentimientos de los demás.
Esta es la persona que no tiene en cuenta el efecto que sus palabras o acciones
producen en los otros, es aquel cuyo objetivo es "ganar", es aquel
que no escucha y "juega sucio".
Por otra parte está el "agresor pasivo",
aquel que no pelea ni discute abiertamente, pero atacará de una manera
indirecta o encubierta. Esta persona evita hablar de temas
"espinosos" y si expresa su enojo lo dirigirá a otras personas y no
hacia aquella con la que está enojada.
Para discutir o argumentar de una manera
constructiva es necesario saber expresarse y saber escuchar. La imagen de una
danza como escena opuesta a una pelea entre boxeadores puede sernos útil en el
enfoque que estoy describiendo. Aunque no estoy familiarizada con el deporte
del boxeo, entiendo que en este lo importante es someter al oponente y ganarle.
Y si bien existen aquí también reglas que protegen a los contendientes, el
objetivo es salir victorioso aun a costa de lastimar, y a veces gravemente, al
otro.
En una discusión, en cambio, el propósito es
(cuando la intención es constructiva) que la otra persona entienda y acepte
nuestro punto de vista. Esta es una situación compleja, ya que requiere,
básicamente, que las dos personas estén dispuestas a escucharse sin prejuicios,
que puedan controlar sus emociones, que puedan abstenerse de juicios
apresurados, acusaciones o generalizaciones.
Como en la danza, la discusión "sana"
apuntara a una dinámica en la que ambos participantes se cuidaran de que sus
"movimientos" sean armoniosos, de no imponerse, de permanecer
receptivo frente a la necesidad de expresión de la otra persona.
He aquí algunas sugerencias para que la discusión
constituya un intercambio cadencioso, para que produzca el cambio deseado y no
se transforme en una pelea demoledora:
·
•Reflexione antes de comenzar la discusión. De
acuerdo con M.McKay, PhD en su libro Mensajes, una pregunta que debe hacerse
es: "¿Estoy deseando un cambio en la relación o intento herir al otro y
sentirme poderoso?".
·
•Decida cuándo y dónde se producirá la discusión.
Si la otra persona ha tomado mucho alcohol o está enojada o si los niños están
despiertos, este no será un buen momento para buscar una solución.
·
•Cuando se produzca el encuentro, exprese
claramente sus ideas y hágalo de una manera simple y directa. Evite acusaciones
y trate de enfocarse en los hechos.
·
•Sea específico, describa el cambio que usted desea
de una manera objetiva y clara.
Weisz es sicoterapeuta con práctica en Dallas.
Puedes escribirle a reflexiones_rw@hotmail.com o llamar al 972-248-8416.
Fuente: http://www.aldiatx.com
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